“Los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”
Juan 4:24
En nuestros días, este es un término que se considera muy trabajado. Muchos hablan de adoración o de “alabanzas de adoración” refiriéndose a aquellos momentos o aquellas alabanzas, que tocan nuestras conciencias y que lejos de tener ritmos o acompañamientos que lleven a una exaltación natural del cuerpo humano y del espíritu, nos conducen a un momento de meditación profunda en verdades intimas del evangelio o de nuestra vida cristiana.
Aun siendo así, es importante señalar y aun más maravilloso para nosotros meditar en que la realidad bíblica nos eleva mas allá de un sentimiento externo o personal, sino que más bien nos lleva a la misma presencia de Dios. Los adoradores que nuestro Señor Jesucristo busca y define son aquellos que le adoren "en espíritu y en verdad" (Juan 4:23-24). Podemos en base a estos versículos además darnos cuenta que nuestro Señor señala con claridad en su expresión “Mas la hora viene, y ahora es” que ese encuentro con los verdaderos adoradores, ya se estaba produciendo y que sería la regla a partir de ese tiempo, con ello podemos decir sin temor a equivocarnos que desde entonces la verdadera adoración ha sido instaurada.
Es por ello que no podemos limitar nuestras alabanzas en medio de nuestras congregaciones a solo sentimientos o letras que toquen los corazones, hay una alabanza que dice “que te pasa iglesia amada que no reaccionas solo a veces te emocionas y no acabas de cambiar”. Muchas veces puede que nos hayamos visto impulsados a decir (y creer) que “con esta alabanza hay bendición” o “esta alabanza toca el corazón” o quizás cuantas otras frases que en este momento vienen a su mente querido hermano que lee estas líneas. Pero la verdadera adoración que ha sido instaurada es superior a estos sentimientos.